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religiosos en épocas de públicas calamidades. Le entristecía el pensar que no se volvería a celebrar en ella la Santa Misa, ni los pecadores a recibir la absoluc.ión de sus pecados, ni los niños a jugar en.la plazm~la del convento bajo la mirada de los religiosos. Cuando llegó al solitario convento de San Nico– lás le estaban esperando un grupo de religiosos que le recibieron con las mayores pruebas de afecto. iQué emoción sintió al verse de nuevo en aquel convento, testigo de los primeros fervores de su vida capuchina... ! iQué de recuerdos le traían aquellas paredes ennegrecidas por el tiem_ po y, sobre todo, qué emoc.ión al ponerse de nuevo de rodillas ante la Virgen de la Gracia!. .. El tiempo que estuvo en San Nicolás fue de verdadera recuperación tanto en el alma como en el cuerpo. Se le veía como ensimismado viviendo en un mundo sobrenatural. El día 5 de agosto de 1866 la ciudad de Génova recibió sobresaltada la terrible noticia. Procedente del puerto de Marsella había entrado el terrible azote del cólera. Se tomaron inmediatamente to– das las precauciones posibles por parte de las autoridades sanitarias, pero el mal comenzó a crecer en proporciones aterradoras. Los que po– dían huían despavoridos a la soledad del campo. Los hospitales resultaban insuficientes para al– bergar a tan ingentes muchedumbres de enfer– mos. En la mayor parte de los hogares se oían gritos de angustia o de desesperación ante la pér_ dida repentina de varfos ser,es queridos. Por las 54

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