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ración que todos profesaban al "Padre Santo". Fr. Francisco era sobradamente conocido de to– dos los genoveses; pobres ·y ricos le veneraban y respetaban. su ascética figura era una institu– ción. Los niños le rodeaban cariñosamente y be– saban con ingenuidad .infantil las manos y el cordón. Los hombres se inclinaban respetuosa– mente cuándo le veían pasar a su lado. Las mu– jeres se acercaban a él suplicantes, encomen– dándole alguna necesidad. Todos veían en él al hombre santo a quien había que amar y respetar por encima de todo. UNA LUZ QUE SE EXTINGUE La salud de Fr. Francis·co estaba materialmente derrumbada. El salir a la Ciudad era para él un v•erdadero martirio. Un día cayó en tierra desva– necido, y manos piadosas le levantaron y llevaron al convento. Por eso los Superiores decidi.eron trasladarle por una temporada al convento de San Nicolás .. Allí podría atender más fácilmente a su quebrantada salud. El día señalado salió muy de mañana del Con– vento de la Concepción, para evitar cualquier ma_ nifestación popular, máxime en aquellos días en los que las logias masónicas preparaban la ex– pulsión de los. religiosos. Esta noticia le afectó profundamente. Le estremecía el pensar en el abandono de aquella iglesia, la primera dedicada a la Inmaculada en toda la provincia de Liguria, y entregada a los Capuchinos en señal de agrade– cimiento por los muchos favores recibidos de los 53

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