BCCCAP00000000000000000000918

apenaba al oír los insultos ,que se proferían en la prensa y en la calle contra el Papa, los Obispos y los sacerdotes, pero, prudente en todo, procuraba no manifestar a nadie su disgusto. Sólo se le oía repetir en voz baja: "Amemos al Papa, amemos al Papa". Esta devoción al Papa le animó a pedir permiso a sus Superiores para ir a Roma a visitar al su– mo Pontífice. Los Superiores no le creyeron pru– dente, pero si no pudo ver al Papa, pudo seguir rogando por él. Hasta casi le molestaba que los católicos quisieran verse libres de sus dolores cuando el Papa estaba sufriendo tanto. Cierto doctor sufría horriblemente a causa de una enfermedad nerviosa. Cada vez que encontra– ba a Fr. Francisco le detenía para contarle con todo detalle su enfermedad. El "Padre Santo" le escuchaba pacientemente y, después le despedía, no sin antes confortarle con palabras de ánimo. Pero un día el afligido doctor se encontró de nuevo con su entrañable amigo y comenzó a con– tarle, una vez más, su h~storia clínica. Precisa– mente a:quel día la prensa hablaba en términos despectivos contra el Papa, los Obispos y los sacer– dotes. Fr. Francisco, después de unas palabras de consuelo, se encaró con el enfermo y le dijo: -Doctor, no acabo de comprender esa su impa– ciencia en la enfermedad. El Papa sufre, los Obis– pos sufren, los sacerdotes y religiosos sufren, ¿ y usted no es capaz de sufrir su enfermedad? iEa! Id en paz. La curación vendrá pronto. A los pocos días el doctor iba al convento de la Concepción a 48

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz