BCCCAP00000000000000000000918

con aquel estado de cosas. Había que cambiarlas al precio que fuera. E,1 Papa mismo, en contra del parecer de la totalidad de los Cardenales, firmó un decreto de amnistía para los presos po– líticos y dió may,or libertad a la ,pr,ensa, pero la revolución estaba en marcha y nadie podría detenerla en su camino. Había entrado hasta en los seminarios y casas religiosas. En Turin, la no– 'Che de Navidad, el cardenal Mons. Fr.ansoni vió con horror, que casi todos sus jó-venes cléri.gos lle– vaban sobre el pecho la escarapela tricolor, símbo– lo de la Italia unida. 'También en ,el convento de la Concepción se hablaba acalor·adamente de política. Fr. Francisco oía las apasionadas discusiones y apenas las cosas comenzaban a discurrir por caminos o,puestos a la caridad fraterna, intervenía dulcemente con estas palabras: _¿y qué han consegui:do con esa d!scusión? De– jemos a los políticos que hablen de política, nos– otros s•eamos hermanos. Alejado completamente de toda idea que no fuera hacer bien a las almas, sus labios jamás profirieron una palabra que sonase a política. Compadecía a los agitadores y a las victimas de sus engaños, rogaba por todos y se afligía al ver el desastroso fin a que llevaría aquel movimien– to. Sus únicas palabras eran de paz y de con– suelo. -No perdáis la fe-decía a sus más íntimos amigos-y v.ivid estrechamente unidos al Papa, ya que de él únicamente se puede esperar la pa– labra de la verdad y de la justicia. su corazón se 47

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz