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Una noche en el claustro del convento, el P. Provincial oyó el ruido típico de unas disci– plinas. -lQuién es?-lpreguntó. -Soy yo. contestó Fr. Francisco humildemente, estoy domando al asno rebelde. E'L AMIGO DiE TODOS En la plazuela del convento siempre había un grupo de niños. Los r,e:ligiosos les obsequiaban de cuando en cuando con estampas o medallas y además a,quella plaza era un lugar estupendo pa– ra sus juegos infantiles. Habían oído hablar mu– chas veces del "Padre Santo" y querian conocerle, pues forzosamente tenía que ser bueno para con ellos. lPor qué en la mente infantil irán siempre uni– das la idea de santidad con la de amor a los niños? Una mañana, cuando los rapazuelos estaban más entusiasmados con sus juegos, salió Fr. Fran– cisco camino de la Ciudad. La reacción de los niños fue rápida. Le rodearon jubilo.s.amente y le pidieron con insistencia ver al "Padre Santo". -Queremos ver al "Padre Santo-gritaban a co– ro-, queremos ver al "Padre Santo". -El "Padre Santo" está en la iglesia-contestó Fr. Francisco-entrad en ella y le veréis. Los niños entraron presurosos, pero salieron in– mediatamente al no ver a ningún religioso en ella. 38

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