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a¡quel santo, era el único que podía hablarles y con la seguridad de ser oído. En las calles de la ciudad no se hablaba de otra cosa que del "Padre Santo". Este fue el nombre que le dieron ::vquellos hombres a•costumbrados a la dura vida del tr•abajo. Y este nombre, que brotó espontá– neamente de los labios de un obrero, seria el nombre de su gloria. Aquellas dos palabras no sólo fueron la expre– sión de una realidad, fueron también una _pro– fecía. Porque aquel humilde religioso no sólo sería llamado "Santo" -por sus contemporáneos, sino que lo sería también por todo el mundo al ser declarado como tal por la suprema autoridad de la Iglesia (1). VID!A INTERIOR Es verdaderamente increíble cómo en un am– biente de suyo hostil al recogimiento y a la oración, Fr. Francisco conservó tan perfectamen– te ambas cosas. El o!icio de limosnero, practi– cado en una ciudad como Génova y por espacio de treinta años, no es el más apropiado para conservar el recogimiento. Fue esta una de las pruebas mayores a que fue sometido el humilde Fr. Francisco. Por uno de esos inexplicables designios de Dios el hijo de Anselmo Croese, que había luchado lo (1) El día 8 de diciembre de 1962, fiesta de la In• maculada Concepción, S. S. Juan XXIII, le canonizó solemnemente, 36

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