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POR LAS OAJ:.,,LES DE LA VIEJA GENOVA Los pobres de chabolas desvencijadas, los ricos de palacios suntuosos, los sobe 1 11bios magnates del comercio y los humildes cargadores del puerto, vieron por espacio de treinta años, en las ca– lles de Génova a aquel religioso de estatura ele– vada, mirar recogido y anda,r pausado. Un puerto como el de Génova atraía las vidas más dispares. En los tugurios del puerto franco, en las tabernas, en los grandes almacenes de mercancías, en los muelles del puerto, ,en todas partes encontra– ba Fr. Francisco campo abierto para ejercitar la caridad. No tardó en ser popular entre aquellas gentes de tan diversas ,ideas y de tan distinta posición socia,l, Al principio sufrió las burlas más soec-es, pero poco a poco la ,gente fue cambiando de criterio. No habían trascumido tres meses desde el comienzo de aiquel apostolado y ya no era Fray Francisco el que pedía limosna, eran los mismos obreros los que le llamaban y deseaban. recibir de él el consuelo de su conversación o el regalo de su caridad. Problemas. familiares, necesidades imperiosas, colocaciones urgentes, ayudas económicas, todo lo resolvía Fr. Francisco con una sencillez y una caridad admirables. Aquel fraile de hábito remen– dado, pies descalzos, vida s·encilla y humilde, era el auténtico apóstol de los pobres. También ellos vestían pobremente, también ellos iban descalzos, también ellos comían parcamente. Aquel hombre bueno, aquel hombre de Dios, 35

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