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pero allí quedaba para sustituir1e aquel joven religioso de mira,r dulce y caridad evangélica. Entre los, campesinos eran unánimes estas fra– ses de ala:banza. -No es un frai1e como los demás. Ni s'iquiera coimo Fr. Pío. Trata con un cariño e,special a las niños y a :tos pobres. Por aquel entonces tuvo lugar un hecho de– plorable que indica hasta dónde llegaba el poder de la propaganda antirreligiosa. Eran días de inquietud política. Las logias ma– sónicas encendían el fuego del odio contra los religiosos. El librepensamiento era el veneno que se iba infiltrando en las esferas intelectuales. Se hablaba de la unidad de Italia, pero como un medio para arrebatar al Papa los Estados Ponti– ficios. La propaganda sostenida y promovida por las logias masónicas y los gobiernos liberales, no tardó en envenenar la conciencia del pueblo. Un día ,en que Fr. Francisco caminaba por una de las calles de Génova fue sorprendido por un grupo de mozalbetes los cuales, después de insultarle, le apedrearon vilmente. Una de las piedras fue a dar en la frente del humilde religioso que, cho– rreando sangre, cayó al suelo desvanecido. Vuelto en sí cogió la piedra ensangrentada y besándola piadosamente, prosiguió su camino. El hecho se comentó en toda la Ciudad en tonos desagradables para los muchachos desaprensivos, pues la :fama de santidad de Fr. Fr·ancisco era cada vez mayor. 34

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