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nio se agarró a estas palabras con toda la fuer– za de su corazón. -No, esto no podía ser definitivo. Se lo decía aiqueua fuerte mclinación tmposible de domi– nar... Se lo decía, sobre todo, la figura del jo– ven capuchino puesto de rodillas ante el altar de la pequeña iglesia de San Bernabé... ¿p.ero cómo romper los lazos con los que voluntaria– mente se había ,sujetado? ¿Qué pensarían los religiosos ante un acto de ligereza como el suyo? UL'.DIMA TENTATIVA En la puerta de la celda del P. Guardián so– naron unos golpes suaves. Dentro se 0 1 yó una voz que contestó: "Ave María Purísima". Fray An– tonio, pálido como la muerte, abrió la puerta y entró. -lQué es lo que le trae aquí, hijo mío? -1Padre, creo que el Señor me quiere para capuchino... -Hijo mío, cuaindo se trata de tomar una de– cisión de esa clase es menester ir con calma; puede ser una tentaición. Muchos .ca 1 yeron en esas redes. Primero abandonarnn el convento en que vivían con ánimo de ingresar en otro más aus– tero, y después abandonaron éste también. Pién– salo detenidaimente. Si la voluntad de Dios es ·manifiesta, no seré yo quien se oponga a los designios cl:e Dios. Entre los reUgiosos corrió la voz de que Fray 24

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