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yor sigilo ry permaneció durante largo •rato con– tempJ:ando ruquella es,cen:a de c>ielo. La idea de s,er capuchino vo}vió de nuevo a su memoria. Comenzó a ,exann ,in.ar aquel hábito pardo, aque– llas sandalias, .aquella iglesia pequeña y poib,re, y pensó que aquello era lo que éJ. buscaba. Apena,s sailió de la i,glesia ,de Sa'!1 Bemabé, sin detenerse a pedir por más tiempo, volvió a su convento de• Sestri P.onen,ti. En el camino no acer,taba a pensar en o,tra cosa que en el joven que, había visto de rodillas ante el altar mayor de la ig:le,s,ia de los capuchinos. S,in pel'der tiem– po s,ubió a la celda y allí, como un. nuevo San Fl'an:cisco de Asís, haibló al Crucifijo de esta ma– nera: -señor, ¿qué debo hacer? Era una nueva lucha la que había comenzado para su espíritu. Como un sonámbulo iba de una parte a otra sin poder apartar ni un momento la imagen del joven capuchino. La .s.ensación de haberse equivocado surgió de nuevo. Pel'o el hábito de ,que estaba vestida era una atadura muy fuerte, y no era cosa de abandonar el camino comenzado, por una cosa tan sin importancia. No obs:tante, la lucha continuaba y la sens,a– ción de haberse ,equivocado era cada dia más tor– turadora. Mientras revolvía en su interior estos pensa– mientos acudió a su mente una frase die su gran amigo el bueno de Fr. Juan: ' 1 0on probar nada se plerde... Esto no es definitivo... " Fray Anito- 23

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