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buenas de las que no lo son. Los médicos son los mejores conocedores del cuerpo humano, y los sacetdotes J.os mejores conocedores de las almas. El P. Gua11dián de Ses.tri Ponenti no tardó en darse cuenta de las grandes virtudes que ador·– naban al joven terciario y por eso, desde el pri– mer momento le confió los oficios de mayor res– ponsabilidad. Durante algún tiempo Fr. Antonio ,estuvo al frente de la cocina, de la huerta, de la sacristía... y en todos ellos cumplió con la ma– yor perfección. Pero en donde se distinguió de una manera singular fue en su oficio de enfer– mero. su paso por la enfermería dejó huellas in– delebles. Da:das las grandes virtudes del joven terciario, el P. Guardián dec,1dió dedicarle al oficio de li– mosnero. Fray Juan estaba un tanto delicado de salud y no ,estaría demás pensar en uno que le sustituyese. Y el llamado a desempeñar un oficio de tanta responsabilidad, era Fr. Antonio. Aceptó el mandato con la humildad que le ca– racterizaba y cO'rnenzó a reca,rrer los pueblos ve– ctnos y la ciud.ad de Génova en demanda de ca– ridad. Cierto día pa,só rpor delante de la iglesia de los capuchinos, llamada de San Bernabé. Era una iglesia ,sencilla y pequeña. Como tenía de cos– tumbre, entró a hacer la visita al Señor Sacra– mentado. Allí sus ojos se encontraron con algo que no .esperaba. Ante el altar mayor, un joven reli– gioso es•ta:ba en ora·ción. Las manos cruzadas, la cabeza inclinada, todo él en ac.tttud de gran re– cog~miento. Fray Antooio s,e adelantó con el ma- 22

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