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ma de Juan. Ante sus ojos se abrió e1' horizonte, hasta entonces lleno de negros nubarrones. Sin– tió como si una nueva vida brotase a sus pies, y decidió ir al día sigu1ente al convento de Ses– tri Ponenti, en las ,afueras de Génova. Uno de aquellos buenos Padres no sólo aprobó la vocación del joven, sino que le ofreció incluso aquel convento, seguro de que aquella alma era excepcional. ' Juan volvió al pueblo lleno de gozo. De momen– to, siguiendo el consejo del Padre que le había recibido en sestri Ponenti, nada dijo en casa. Volvió de nuevo a los trabajos del campo y sobre todo a int,ensificar la vida de piedad. En ,el pueblo era voz común que el hijo de los cr,oese termina– ría por hacerse religioso. COMP:AS DE ESPiERA Hacía muchos años que Fr. Juan vivia en el convento de Sestri Ponenti y tenía fama de san– to en todos aquellos pueblos cercanos a Gé– nova. Era un religioso sencillo y alegre, estaba enca.rgado del oficio de limosnero y, dentro de su humilde estado de hermano, procuraba agra– dar a Dios en todo y corresponder con buenos ejemplos y con palabras de earidad a quienes le ayudaban con sus limosnas. Un día de tantos llegó a Camporroso. Recorrió las casas de una en una y al llegar a la de Anselmo Croese se en– contró con que le estaba esperando en la puerta del corral toda la familia. -l,Cómo por aquí Fr. Juan? 16

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