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pueblo, de Ca,m,porroso. Juan sintió al verle una i:nmens,a alegría. Aquella era la mejor oca,sió:n para de,cidirse a re,solv,e,r el probllema que le preocupaba. Abordó a su Fr. Tomás, como pudo, y, temblando como un c1htquillo. le djjo: -'-'Fr3iy Tomás, yo quisiera ser capuchino, co- mo us,ted.. : · El religioso le miró, ,entr,e cariñoso y sorpren– dido. . -1lQué me d,ices, muchacho? lTú capuchino? --'Sí, hermano. Lo he, pensado durante mucho tiem:po y creo que es esta 1a voluntad de Dios... -Está bien, contestó Fr. Tomás. ¿pero lo sa– hern ·ya tus padres? lSe lo has dicho a don s,té– fano? Juan bajó los ojos sin decir palabra. __;Mir·a .-,pmsiguió Fr. Tomás- creo que debes decírnelo anteis a tus ¡padres y a don Stéifano. Elllo,s te conocen mejor que yo: Y si ellos ,aprue– ban tus des,eos ... pues, adelante. AUMENT'AN LAS DIFICULTADlEB Ell encuentro 'con Fr. Tomáis, no tuvo el éxito que Juan esperaba. CabiZJbajo y desilusionado, volvió a casa. Naida dijo, de momento a sus pa– dres, en cambio 1hizo por ver cuanto 1antes a don Sltéfano. Fue a 1a .casa parroquial y en •ella en– contró a don Stéifano rezando el Breviario. El anciano sacerdote al ver al joven, cerró el li!bro, se santiguó respe,tuosamente, y preguntó: -lQué es lo que te trae por aquí? ¿ Vienes a 13

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