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La soledad de los campos, la vida tranquila del ¡pastoreo, la frugal e-amida y el vivir pobre– mente, htc1eron de Juan un joven callado y pensativo, amante de la soledad y apartado de todo lo que significase bulla y diversión. Este amor a la soledad ,fue ,poco a .poco modelando su espíritu de tal ,suerte que, llegó a encontrar su mayor felicidad en permanecer en el campo, sin otros pensam:1entos que aquellos que le brtn– da:ban sus dóciles r,ebaños y los variados cam– biantes de la naturaleza. PREPARANDO OTRA SOLEDAD A los catorce años Juan, a juzgar por su cuer– po fornido y esbelto, ,er,a ya un joven que lla– maba la atención en el pueblo y, hasta las mu– j,eres, hacían sus cábalas sobr,e el porvenir del hijo de los croese. No fueron los ú1timos los padres de Juan en darse cuenta de aquel espectacular d•esarrollo y a·sí ,pensaron en iniciarle en los trabajos propios de la agricultura. Aquella misma primavera co– menzó con su padr,e a sembrar, arar, trasplan– tar y ,hacer •esas otras múltiples operaciones que el labrador aprende a fuerza de tteimpo y expe– riencia. Juan, ante la determinación de su padre, com– prendió que había nacido p,ara el trabajo del campo y no rehusó el esfuerzo que esto suponía para sus músculos tiernos aún. En aquel duro trabajo curtiría su cuer,po y al mismo tiempo fortalecería su espíritu para otros sacrificios ma- 8

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