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- 27 - No importa que tu muerte sea dolorosa; también lo fué la de Jesús; lo que importa es poder tener, como El, la conciencia tranquila, y a tu lado a la Santísima Vir– gen. Entonces sí que podrás decir con verdad: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» ... Punto tercero: La Coronación de Nuestra Se– ñora.-Dios no se deja vencer en generosidad. Mira a la Santísima Virgen coronada en el cielo por Reina y Señora de todo lo creado. ¡Consecuencia admirable de su dignidad de Madre de Dios!... En su canto del Mag– nificat ya vió Ella este glorioso día: «Porque miró el Sefíor la humildad de su esclava, por eso me llamarán bienaventurada todas las generaciones» ... El camino siempre es el mismo... Para llegar a ser grande, hay que comenzar por ser pequeño. Para gozar de los esplendores de Ja gloria, hay que pasar por la · oscuridad de las humillaciones... Si quieres un día ser rey en aquel glorioso reino, donde la Santísima Virgen ciñe la corona más su@lime que puede ceñir una pura criatura, sé humilde... Feliz tú, si, a imitación de tu Madre del cielo, sabes sobrellevar con paciencia y resignación las privaciones y los sacrificios que la vida te impone .todos los días... Alégrate, que el triunfo está cerca, y la corona a punto de descansar sobre tu cabeza... «AJ que venciere, yo le haré sentarse conmigo en mi trono, así como yo tam– bién vencí y me senté con mi Padre en su trono» ... Se termina esta meditación como el primer Sdbado (pdgina 18). L. D.M. F.

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