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94 ESTRELLAS EN EL CJELO lables y las vírgenes del Señor siguieron a su compa– ñera hasta la última morada. Una vez más la escena se repetía. Mientras el im– perio se hundía, envuelto en vicios y deshonestidades, la Iglesia de Cristo crecía envuelta en luces de virgi..: nidad y de martirio. Por uno de los corredores caminaba silenciosa la fúnebre comitiva. El coro de las vírgenes acompañaba de cerca al cadáver de Filomena, la amiga de la lt1.z. Las lámparas de aceite parpadeaban con alegres des– tellos ... Los himnos parecían más bellos y resonantes que nunca ... El sacerdote, ante los restos de la nueva mártir, pronunció unas palabras para enfervorizar a las vírgenes que, tal vez, tendrían que seguir el rnismo camino de Filomena ... Terminada la alecución, se procedió a dar sepul– tura a la nueva mártir ... Aquella noche se celebraron los santos misterios sobre sus restos aün calientes. Cuando al amanecer todos los fieles abandonaron el sagrado recinto, una mano piadosa escribió sobre el sepulcro de Filomena : Lumena, pax tecum : Filome.:. na, la paz sea contigo. Y como adornó de tan hermosa leyenda, en el lado izquierdo una áncora; en el del centro unas cuerdas rematadas con bolas de plom:o y tres flechas, y en el derecho una azucena y una palma. El día 22 de mayo de 1802, Ponzetti, el gran des– cubridor de las catacumbas romanas, se encontró con
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