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SANTA FILOMENA 91 ~luminó de tal manera que el Emperador quedó sobre– ,cogido de espanto. En aquel mismo momento. se oye– ron en todo el palacio los sonidos estridentes de ·las trompetas de la guardia imperial. -¿ No oyes ?-preguntó Diocleciano-; todos esos · son siervos míos y, si accedes a mi proposición y a mis deseos, lo serán también tuyos. En tus labios..está el ser emperatriz o ser esclava. .-Señor, os acabo de decir que mi Esposo lo tengo ya elegido. Sabed que El es el Emperador de cielos y tierra y, en comparación de su imperio, los de la tierra son como juegos de niños. Ved, pues, si he de dejar a tan poderoso Esposo. Decid lo que queráis y · pronieted lo que os plazca; todo lo despreciaré con tal de ser fiel al Divino Esposo de mi alma. Diocleciano, sin entender las razones que le daba la hermosa joven, acudió a las amenazas para doblegar su resistencia. -Ya que mis promesas no consiguen nada de tu voluntariosa intransigencia-le dijo-me veo obligado a usar de mis castigos. En la cárcel está, de ahora en adelante, tu puesto. Veremos hasta dónde llega tu ter– quedad y tu presunción. -Señor, si tal es. mi suerte, dejadme ver a mis padres. · -~Tus padres serán advertidos de todo. Ea, sol– dados, ~mead a esta ridícula seguidora de los cristia– nos y encerrad1a inmediatamente en la cárcel. No pue– do permitir que una _1oven como ésta se ría de mí.
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