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SANTA FILOMENA ., -¿ Es ésta tu hija de la cual hace tiempo habla.. mos en esta misma sala ? -Sí, señor. -Muy joven y hermosa es, y a fe que no he sido, engañado en los informes que de ella he recibido. Dioclecíano, mirando fijamente a la joven, la pre- guntó: -¿ Cómo te llamas ? ---Filomena --·Tienes un nombre muy hermoso. La joven miró al Emperador con extrañeza. Nun– ca había oído aquella forma de hablar. Su modestia recibió un rudo 'golpe con aquellas palabras y aque– llas miradas tan provocativas. ¡ Y aquel hombre era, i1ada menos, que el Emperador ! ¡ Ella que se lo había figurado superior a todos los hombres !... ¡ Y aho1:a resultaba que era peor que los más vulgares escla– vos!. .. Bajó los ojos avengonzada y se puso. muy seria ... ¡ Que no hay cosa que más ofenda al pudor de una joven casta que la ligereza de un hombre en el hablar ! -Y~ sé que eres cristiana-co.1i.tinuó el Empera-• dor, trntando de disimular la impresión que sus ante-• riores palabras habían causado en el corazón de Filo– mena-; lo sé por tus padres y por tu extraña modestia. He oído decir que eso es pntrimonio de las jóvenes, que siguen esa religión. Pero mira: yo tengo sumo interés en que tú seas feliz y hasta en que ocupes un lugar preeminente en el imperio. Si quieres puedes, incluso llegar a ser la emperatriz. ¿ Te agrada\la idea ? 1

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