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:so ESTRELLAS EN EL CIELO Enterada Genoveva de tan cobarde determinación reunió a algunos de los señores principales y les habló de esta manera : -Señores de poca fe : ¿ Por qué confiáis más en vuestra huída que en el poder de Dios? ¿ Quién es, a .fin de cuentas, ese bárbaro general, sino el ((azote de Diosn '? Pidamos a Dios que libre a París de ese tre– mendo «azoten elegido por la justicia divina para cas,– tigar los pecados de los hombres. Seguid mi consejo; no abandonéis la ciudad, haced penitencia y ayuno y veré:s cómo ni Atila, ni ninguno de sus soldados, •osará acercarse a nuestra ciudad. Las palabras de Gepoveva hicieron su efecto en parte, pues mientras unos se quedaron en sus casas, otros, bien por no creer en las palabras de la joven, bien por otros fines puramente materiales, no sólo se declararon en contra del parecer de Genoveva, sino que decretaron su muerte. Se habló de quemarla en públi– ca plaza; de arrojarla con una piedra al cuello al fondo del Sena y hasta hubo quienes dijeron que se le debía cortar la cabeza. En estas dudas estaban cuando el piadoso Obispo Germán les mandó un aviso diciendo que en todo se siguiese él parecer de Genoveva, que ,era un alma elegida de Dios. Los hechos vinieron a confirmar las palabras del ·santo Obispo. Atila no se acercó a París, que se salvó gracias a las oraciones y penitencias de Genoveva.

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