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78 ESTRELLAS EN EL CIELO -¿ Por qué lloras, madre ?-preguntó la inocente niña. -Ay, hija mía, perdóname. Dios me acaba de cas– tigar... ¡ Estoy ciega !... No tardó en correrse en toda la aldea la triste no-• ticia. Pero nadie supo entonces la causa de tan súbita desgracia. Cada vez que madre e hija salían a la calle se renovaban la curiosidad y los comentarios. Muchos las comparaban con la familia del anciano Tobías; otros, más maliciosos, tomaban pie de la desgracia para mofarse de la piedad de hija y madre... Así pasaron dos años. Genoveva pedía al Señor fer– vorosamente se dignase tener misericordia de su madre y un día le pareció oír una voz misteriosa que le decía: «Saca agua del pozo, lava con ella los ojos a tu madre y recuperará la vista». Genoveva, loca de contento, cogió la soga, lanzó el caldero al fondo del pozo y sacó agua. -Madre, no estaría mal que te lavases los ojos con esta agua que te traigo ... -¿ De dónde es? -Del pozo ... -Nunca lo he hecho con esa agua, pero yo creo que no me hará daño ... -No, madre, ¿ quién sabe si te puede hacer mucho bien? Genoveva acercó el agua a los ojos de su madre con

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