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76 ESTRELLAS EN EL CIELO venerable llamase a una niña tan pobre, y más de que le tuviese que decir algo. Genoveva se acercó gozosa al obispo. -¿ De dónde eres ?-le preguntó Germán. -De una aldea cerca de París. -¡ Día vendrá en que París se honrará con tu nom- bre, pues has de ser, no tardando mucho, su salva– dora ! Pero, mira, es necesario que para hacerte dígna de esta gracia tan singular ofrezcas a Dios con voto el lirio de tu virginidad. -Eso lo he deseado desde que tengo uso de razón ... El santo Obispo miró dulcemente a la niña y, sa– cando del pecho una pequeña cruz de madera, se la entregó y Ie dijo : -,Esta cruz es la señal de que desde este momento eres esposa de Cristo. Guarda esta cruz como el mayor tesoro y desprecia todo lo que las criaturas puedan ofrecerte ... La gente que rodeaba al santo Obispo no acertaba a explicarse el por qué de aquella distinción a una niifa de aspecto tan mísero y despreciable. Pasado el incidente, la multitud siguió aclamando a los dos ObiS– pos y pidiéndoles la salud para sus enfermos y el bienestar para sus familias. Todo era gozo y algaza– ra; todo gritos y alabanzas; sólo Genoveva iba seria y recogida, revolviendo en su mente qué significarían las palabras del Obispo Germán y para qué serviría aquella cruz de madera que le había entregado.

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