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·¡BAN los santos obispos Lope y Germán camino de . Inglaterra con el fin de combatir la herejía de Pelagio. El viaje lo hacían a pie, como los Apóstoles del Señor, y por dondequiera que pasaban dejaban la huella de su gran virtud y de sus portentosos milagros. No tardó en correr la noticia por todas las aldeas cer– canas a París, y entre los que salieron a recibir y admi– rar· a los santos obispos había una niña de aspecto po– bre y sencillo, hija de humildes labradores. La niña se llamaba G.enoveva. . Confundida entre la multitud avanzó para ver con sus propios ojos a los ministros de Dios. A nadie extra– ñó aquella curiosidad; le dejaron paso y, cuando ya es– taba cerca del santo obispo Germán, éste se detuvo, miró inquisitivamente a Genoveva y le dijo : -Ven aquí, hija mía, que tengo que decirte algo muy importante. Todos quedaron admirados de que un anciano tan