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72 ESTRFLLAS. nN EL CIELO , <lió orden a uno de los verdugos de que cortase allí mismo la cabeza de la joven cristiana. En medio del sile11cio de la multitud se oyó el golpe de la cabeza al caer en el suelo anegada en su propia sang-re. A los ojos de Dios no hay condición humilde ni oficio bajo. Mira el ejemplo de estas dos hermanas y no te acobarde la humildad de tu cuna, ni la dureza de tu empleo. Muchos santos que están en los altares no na– cieron ni en cunas de oro ni de marfil, sino en cunas de paja. Mira, sobre todo, al Santo de los Santos tiri– tando de frío en una noche invernal, sobre un pesebre de animales, caldeado por unas pobres pajas, y apren-– de a santificarte en el lugar y en la posición en que– Dios, sabiamente, te haya colocado.

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