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70 ESTRELLAS EN EL CIELO vencer la inflexibilidad de las dos hermanas; pero todo fué inútil; Las heróicas vírgenes se mantuvieron fir– mes en defender su religión. Viendo Diogeniano que nada conseguía con palabras ni con halagos, mandó que se las arrojase de nuevo a la cárcel y se las tuviese sin probar alimento, para que muriesen de hambre. Justa no pudo resistir la prueba y falleció a los po– cos días. Triste quedó Rufina con la .muerte de su hermana, y Diogeniano, que estaba deseoso de poseer a Rufina, por ser la más joven y la más hermosa, creyó llegado el momento de conseguir su propósito. Mandó traerla a su presencia y la recibió con toda clase de atenciones. -Mira-le dijo-. Tu hermana murió y a ti te es– pera idéntico fin si no te decides a ir por camino dis– tinto del por que fué ella. Bien fácil te es conservar tu vida. El mundo te sonríe; mejorarás de posición ; yo mismo me encargaré de darte cuanto necesites. Sólo una cosa te pido : que ofrezcas incienso a los dioses inmortales. ¿ Aceptas? -Nunca haré lo que me pides-contestó Rufina con energía-. Soy cristiana como mi hermana, y por nada de este mundo renunciaré a mi religión. Desde el cielo vela mi hermana por mí, y si es necesario mori– ré para reunirme con ella. -¿ Es verdad que nada podrá hacerte cambiar de parecer? -¡Nada!
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