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SANTAS JlJSTA Y RUFINA 69 -Comp;endo que vuestros pocos años os hagan hablar de ese modo-repuso Diogeniano-. ¿ No sabéis . que en nuestras leyes hay castigos horrorosos para los seguidores de esa infame doctrina. que vosotras profe– sáis? Sois jóvenes y hermosas y podéis tener un por– venir halagüeño si hacéis caso de mis palabras. Re– nunciad a esos engaños que os han metido en la cabe– za, abandonad esas ideas absurdas de vuestra religión, y ofreced incienso a nuestros dioses inmortales ... -Vuestros dioses no son inniortales-rcpuso Jus– ta---, pues están hechos por manos de hombres ... --Veo que eres valiente-contestó Diogeniano, disi– mulando su furor~, y para que se te calmen esos ímpe– tus mandaré que te castiguen a ti y a tu hermana. -] esucristo es nuestra fortaleza y El sabrá soste– nernos en el suplicio-contestó Justa. Las dos hermanas fueron arrojadas en un oscuro calabozo y en él castigadas con garfios y varas. Ter– minado el horrible suplicio fueron abandonadas para que muriesen. Pero Dios, que velaba por ellas y las te– ní.a destinadas para mayores suplicios y mayores triun. fos, las sacó de aquella cárcel milagrosamente, y a los pocos días estaban de nuevo ante el prefecto, que se ale– gró de volverlas a ver, pues tenía esperanzas de poder co_nseguír de ellas lo que hasta entonces no había alcan– zado. Diogeniano multiplicó las atenciones y halagos para

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