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SANTAS JUSTA Y RUFINA 67 aquel momento algunas mujeres con los ojos rojos de llorar, los .cabellos despeinados y los vestidos sucios. Eran las plañideras asalariadas, que, con sus gritos y sus aspavientos simulaban el llanto que derramó la dio– sa Venus al ver el cadáver de su amante. Detrás de las plañideras venían grupos de jóvenes trayendo en sus manos hermosos cofres de plata y oro, donde recibían los donativos destinados a sufragar los gastos de aquella fiesta, y, finalmente, venía un gru– po de jóvenes delicadas y hermosas, que llevaban a hombros la imagen de la diosa Venus, representada por una estatua de mujer completamente desnuda. Las portadoras tle la impúdica imagen la colocaron en el mostrador de las «cacharreras». Justa, al ver se– mejante profanación en su casa, dirigiéndose a una de las portadoras de b impúdica diosa, le dijo con corte– sía, pero con decisión : -Nunca permitiré que la estatua de Venus descan– se sobre mi mostrador. La gritería que se levantó entre aquella multitud al oír estas palabras no es para descrita. -¡ Que se la castigue como se merece !-gritó una mujer. -No, eso no-chilló uno de los jóvenes que lleva– ba el cofre de oro. Que den su donativo como todos -y abriendo el cofre lo acercó a Justa. -Nunca haré lo que pedís--dijo Justa indignada-. Soy cristiana y mi religión me prohibe adorar o con– tribuir al culto de esas imágenes que representan al demonio.

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