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SANTAS JUSTA Y JHJFINA 65 :za un jovet1 con el más encendido de los afectos-.¡ Que no hay ánforas en toda: Híspalis más bellas que vues– tros cuerpos !... Justa y Rufina celebraron l~ salida del improvisado galán y, sin darle más importancia, siguieron prego– nando: -Vendo ánforas, cántaros, platos... ¡ Todo de barro! ... Pero no todo era alegría en torno a las «cacharreras». De Roma llegaban noticias intranquílizadoras. Justa y Rufina eran cristianas, y el nombre de cristiano era ,considerado como un anticipo de martirio. Las dos her– manas, pues, estaban vendidas en el momento en que se descubriese su religión. Fueron pasando los días. Los almendros florecieron una vez más; las palmeras abrieron de nuevo los aba– nicos de sus hojas; los rosales embalsamaron el am– biente con su delicado perfume; las azucenas, de inma– ·culada blancura, cubrieron los puestos de las floristas, y en las calles y en los paseos los claveles rojos, como la sangre, pusieron su nota de color y de alegría. ¡ Había llegado la primavera con todo su cortejo de belleza y de luz f Sobre el mostrador, Justa y Rufina pasaban las horas esperando, con esa admirable paciencia que tiene 5

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