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V . ENDO ánforas, cántaros, platos... ¡ Todo de· barro l Así gritaban por una de las calles principales de Híspalis (Sevilla) Justa y Rufina. Todos las conocían por su gran donaire y por su gracejo en pregonar la mercancía. Apenas salía el sol, las voces frescas de las dos hermanas atronaban las ca-· Hes de la bella ciudad. Las aguas del Guadalquivir cantaban su eterna can– ción; los já.rdines se llenaban de flores y, e.n el cielo claro de primavera lucía el sol con luz ofuscadora y deslumbrante : -Vendo ánforas, cántaros, platos... ¡ Todo de barro!. .. Los ricos, despreocupados, se quedaban mirándolas embebecidos, y los pobres trabajadores, y los trashu– niantes, se tomaban la libertad de decirlas algunas fra. ses galantes, que las jóvenes oían como si no fuesen para ellas. -Vendo ánforas, cántaros, platos... ¡ Todo de'. barro! ...
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