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ESTRELLAS EN EL CffiLO creto; pero el amor que me consumía no era el que él pensaba. Aconsejada por uno de los cristianos me deci– dí a pedir a mi padre me permitiese venir a estas tie– rras, en las que recuperaría la salud bañándome en el pozo de San Vicente. Así lo he hecho y la he recupe– rado. Sólo me queda ya recibir el Bautismo, y aquí me quedaré hasta el fin de mi vida en estas soledades, sir– -viendo a Dios. Por un camino pedregoso iban el sacerdote y Ca– silda en silencio. Cuando llegaron a un arroyuelo, el sacerdote la dijo: -Hija mía, prepárate para recibir el Santo Bau– tismo. -Padre, estoy preparada. Casilda entró en el arroyo y el sacerdote, cogiendo coli la mano un poco de agua, la derramó sobre la ca~ beza de la virgen mora, pronunciando con todo fervor fas palabras sacramentales. ¡ Casilda ya era cristiana ! Mientras tanto, en la imperial Toledo, en vista de que tanto se retrasaba en volver la hija del rey, se la dió por muerta, y Dsi-1-Nun, su padre, guardó por ella luto con toda su corte durante varios días. Pero Casilda vivía y era feliz. Su vida ya no sería pw·a los hombres, smo para .U10s.

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