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51 ESTRELLAS EN EL CIELO se acaba de realizar en sus manos, se acercó a la ven– tana donde la esperaba el hombre de rostro pálido y le entregó los trozos de pan que aún conservaban un suave perfume de rosas, La enfermedad de Casilda hacía progresos alar– mantes y traía preocupados no sólo a Dsi-1-Nun, sino a todos los de la corte. Hasta el hombre de rostro pálido notó que su cariñosa bienhechora iba perdien– do el color y enflaqueciendo por momentos. Cierto día se atrevió a decirla : -Dulce señora: me da mucha pena veros sufrir. Veo que todas las medicinas que tenéis en el palacio de vuestro padre de nada os sirven para recuperar la salud, y yo, si no lo tomáis a mal, voy a proponeros una solución que dejo a vuestra prudencia el aceptar. En nuestras tierras de Castilla hay una fuente de aguas maravillosas que curan las enfermedades de todo áquel que se baña en ellas con fe. ¿ Por qué no os de– cidís a ir allá? Tal vez encontréis en esas aguas lo que en estas tierrás no podéis conseguir... La joven creyó ver abierta la puerta de su felicidad. Pero ¿ cómo decírselo a su padre? Desde una ventana de piedra ennegrecida miraba Casilda el lejano horizonte y sus ojos suspiraban por

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