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SANTA CASII,DA 51 hombres y su corazón bondadoso no podía menos de . sufrir ante semejante injusticia. Un día que su padre salió de caza con los mejo– res cetreros de la corte, Casilda se acercó a una de las ventanas del calabozo. -¿ Qué desea la joven ?-preguntó desde su pri– sión un hombre escuálido. -Soy la hija del rey-repuso Casilda-y he apro– vechado la .ausencia de mi padre para venir a veros. He oíáo vuestros llantos y me han conmovido ... --,-,Vuestra caridad es muy gra.rtde--'-repuso el pri– s10nero. -Sé que practicáis una religión distinta de la mía -añadió CasilJa-•-y que por eso estáis presos en estas mazmorras. Vuestra resignación me ha impresionado y desearía saber si yo puedo conocer vuestra religión. -No quisiera, hermosa joven, que las iras de vuestro padre cayesen sobre vos si se llegase a enterar de que venís a hablar con nosotros, pero si he de deciros la verdad, ine parece que vuestro tierno y com– pasivo corazón no está muy lejos de amar nuestra religión. Estoy seguro que si la conocieseis la abra– v.:aríais. Casilda quedó admirada de la firn::ieza de las pa– labras de aquel hombre y, a través de aquellos harapos y de aquel aspecto triste y cansado, descubrió la her– mosa joven una energía extraña y un atractivo arre-

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