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S1\KTA EULALIA Y JULIA, DE MÉRIDA 45 guas de fuego se elevaban· varios metros, los soldados cogieron a Eulalia y la arrojaron en medio del voraz incendio. Una salva de aplausos acogió la infame es– cena. Las llamas comenzaron a ceder. La leña amon– tonada se iba consumiendo y la joven cristiana seguía en pie, pero hubo un momento en que el cuerpo cayó desplomado y una enorme llamarada brotó más potente que hasta entonces. Eulalia, la valiente cristiana, ha-: bía sido consumida por el fuego. Así lo creyeron todos, pero no tardaron en salir de su engaño cuando, sobre el enorme montón de cenizas, vieron un cuerpo cu– bierto de blanco. Un prodigio extraño se había reali– zado. Para que aquellos seres degenerados no pudie– sen contemplar el cuerpo virginal de la heróica virgen, un vestido de nieve había venido a suplir el que los verdugos, voluptuosamente, la habían arrebatado. Aquella misma tarde, en una de las cárceles de la dudad, Julia, la inseparable compañera de Eulalia, moría decapitada, cumpliéndose a la letra lo que su amiga le había dicho cuando quiso adelantarse a ella ,en el camir,o : «No corras tanto, hermana mía, que yo he de llegar antes que tú.n Y así fué que Eulalia entró primera en la gloria, pero muy cerca la siguió Julia, su amiga inseparable en la vida y en el martirio.

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