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ESTRELI-4.S EN EL CIELO tatua del ídolo y, después de escupirlo, pisó el incienso con heróico desenfado. Un grito de horror se escapó del pecho de todos los circunstantes ante tamaña profanación. Calpurnia– no, fuera de sí, mandó que se las separase a las dos y ordenó que a Julia se la encerrase en un oscuro cala– bozo y a Eulalia se la desgarrase el cuerpo con garfios } se la arrojase después en una inmensa hoguera. Aquella misma tarde se cumplió la orden del Go– bernador. En una de las plazas principales se elevó la enorme pira. U nos alguaciles con trompetas y tambores anun– ciaron la orden del Gobernador. Llegada la hora se– ñalada, miles de espectadores se congregaron para ver con: sus propios ojos el truculento espectáculo. Se hizo un profundo silencio y Eulalia apareció con los ojos bajos, las manos atadas y una alegría extraña en el rostro. -Esa es-decían: algunos-. Esa es· la que ha faltado al Gobernador. Justo es que pague con la vida tan brutal atrevimiento. -¡ Qué pena que sea cristiana !-añadían otros-. Esa maldita secta no perdona ni a estas jóvenes tan hermosas. Las debe preferir porque son a las que más fácilmente puede engañar. La enorme pira comenzó a arder. «A las llamas, a las llamas»-g,.ritaba.n enronquecidas mil gargan– tas. Cuando las llamas crepitaban más y sus len-

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