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SANTA EULALIA Y JULIA, DE MÉRIDA 43 tra religión, si es preciso, derraman.do hasta la última gota de nuestra sangre. Al oír el nombre de cristiana en labios de aquella joven tan. hermosa, todos los asistentes no pudieron re– primir u.n gesto de disgusto. -Me parece muy bien lo que .acabas de decir-re– puso Calpurniano con cinismo-, pero en unas jóvenes tan hermosas como vosotras son estúpidos vuestra ac– titud y vuestro lenguaje. No quiero dar importancia a le que acabáis de decir. Sé que estáis engañadas, como sucede a todos los que I practican esa relígión abominable ; por eso, si ofrecéis incienso a los dioses inmortales· nada os sucederá, a pesar de haber habla– do. ta.n ·despreciativamente del divino Emperador. -Nosotras-dijo Eulalia-no creemos más que en un solo Dios verdadero. Calpurniano rió estrepitosamente; luego, haciendo señas a uno de los criados, le ordenó trajese un poco de incienso. ~Aquí tenéis el incienso, ofrecedlo a nuestros dio– ses in.mortalés y seréis libres; de lo contrario, mandaré que os castiguen. ,.....,-Jamás ofreceremos incienso a esas estatuas he– chas por manos de los hombres-contestaron las dos jóvenes a coro. Calpurniano, un tanto molesto con aquella actitud, trató de convencerlas con palabras suaves. -Tocad, al menos, el incienso y de este modo sal– varéis vuestras vidas ... Eulalia, más valiente que nunca, se acercó a la es-

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