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SANTA EULALIA Y JULIA, DE MÉRIDA 39 -¿ Qué te parece si nos fuésemos a Mérida.? No es mucha la distancia que nos separa... -¿ Pero qué dices, Eulalia.? ¿ A Mérida? -Sí. No temamos a los que pueden quitarnos la vida del cuerpo y e.n la del alma nada pueden hacer... , sino a Aquel que después de quitarJios la vida del cuerpo puede lanzarnos a las llamas del infierno ... -Veo que las palabras del Santo Evangelio han quedado grabadas vivamente en tu memoria. ¿ Pero no has pensado: en las dificultades que esto supone? Tu padre no sale de aquí y, apenas se enterase de nuestra huída, nos iría a buscar y le habríamos dado un disgusto inútilmente... -Esa dificultad es fácil de resolver. Mi padre tie– ne que ir a Mérida dentro de muy poco y estará en la ciudad más de tres días. Esa será la ocasi6n propi– cia para realizar nuestro propósito. -¿ Y si nos ven los criados ? -Huiremos durante la noche ... Jesüs nos prote- gerá. Aquel día por la tarde llegó u.no de los criados contando los horrores que hacían con los cristianos. El Gobernador llevaba a rajatabla el cumplim:iento del decreto del Emperador. En el anfiteatro las fiera$ se alimentaban diariam:ente con carne de cristianos, y el odio de la .muchedumbre se acrecentaba cada día más y más.

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