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SANTA ÁGUEDA 23 -Renunciar definitivamente a esa doctrina que pro– fesas. -Antes morir que renegar de mi Esposo Jesucristo. -Pues mandaré que te quiten la vida, si es que tan poco te importa el perderla. -No pienses, Quintiano, que con esa ame¡iaza me has de hacer cambiar de propósito. -Tu hermosura-repuso Quintiano~te hace ser de– masiado orgullosa; pero yo sabré vengarme de ella,. j Ea, soldados ! ¡ Arrancadle los pechos ! Como una jauría de perros hambrientos, los solda– dos se lanzaron sobre su víctima. -Ahora comprenderás-dijo el gobernador dirigién– dose a la joven-cómo está en mi mano tu vida. -Lo veo; ¿ pero no te da vergüenza mandar arran– car a una joven los pechos? Pues, ¿qué?, ¿ no recibis– te tú de los de tu madre el primer alimento? Si no sa– bes respetar la debilidad de una mujer, ¿ cómo dices tú que yo acceda a tus infames designios? ¡ Acuérdate de tu madre y tiembla con lo que estás haciendo con– migo ! Tu pasión te ha cegado ; no puedes ver ahora lo indigno de tu proceder; pero no pasará mucho tiempo sin que lo veas y entonces te convencerás de lo inútil que ha sido todo tu poder y tu soberbia. Manda que so– bre m:í caigan los suplicios más crueles; nada has de conseguir con ellos, porque mi fortaleza no está en mi débil cuerpo de mujer, sino en la gracia de Dios, que no me abandona.
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