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228 ESTRELLAS F.N. l';.L CIELO -Nunva pqdré expiar bastante mi pecado. Alejandro sigue cumpliendo su condena, pero ahora con resignación cristiana. Ya no es el joven descreído, sino el cristiano fervoroso que se sirve de su reclusión para borrar, de alguna manera, su horroroso crimen. Cuando la justicia humana le abrió las puertas d~ la prisión, corrió humildemente a pedir perdón a la madre de su víctima. Después se dirigió a un convento de Capuchinos y pidió ser admitído como donado per– petuo. El Superior, viendo su sincero arrepentimieii– to, lo admitió. En la provincia capuchina de Las Mar– cas, en el convento de Ascoli, retirado del mundo, Ale– jandro Sere.11e11i sigue practicando una vida de auste– ridad y de oración, borrando con. su penitencia el cri– men. c:ometido. Joven lectora, aprende de María Gqretti, la Inés de los tiempos modernos, a defe.rtder el lirjo. de tt1 pun,– za, si es pr~ciso con la renuncia de tu propia vida. La historia de los primeros siglos del Cristianismo, que tal vez te haya parecido hermosa novela, pero nunca realidad, se ha repetido en nuestros días. Esta vez no han sido los emperadores o gobernadores romanos,. los que han pretendido abusar de su poder frente a Inde– fensas vírgenes; ha sido un joven rudo y brutal que aún vive entre nosotros. Como ves, los enemigos de la pureza no han des– aparecido; prepara, pues, tu alma para ven.cerlos don– de quiera que se presenten.
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