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SANTi\ · MARÍA GORET1'1 225 cuando 110 estaba trabajando, la vi con el rosario en la 1na:no. :Jamás observé en ella acto alguno contra la pu– reza; tenía mucha estima de ella por su corrección.,> ¡ Qué retrato más acabado de Marietta el que ha hecho su mismo verdugo !... Al termi.nar de leerle uno tiene que caer de hinojos y 'decir : a¡ Verdaderamente, que esta niña era una ele– gida del Seño1' ! » Pero Dios, que la destinaba a ser otrá nu~va Inés, · la quiso fortificar con el Pan de los fuertes antes de coronar sus sienes con la aureola del n1artírio. No es– tá.ti acordes los biógrafos acerca del .día e:x:acto de la Primera Comunión de Marietfa, pero todos reproducen el siguiente diálogo entre hija y madre : -Madre, ¿ y yo cuá:ndo hago la Primera Comu– nión ? Y ó quiero a Jesús... -Corazón mío, ¿ cómo vas a poder hacerla si no sabes bien la doctrina cfistiana? Ya ves que no sabes leer; no hay dinero para hacerte el vestido, los zapa– tos, el velo; no tenernos un minuto de tiempo libre. 1 I-Iay tanto que hacer siempre !... -¡ Madre querida, pero de este modo no la haré nunca ! ¡ Yo no quiero estar sin Jesús !... ~Pero ¿ qué voy a hacer yo, corazón mío? ... -En Con:ca está la señora Elvira, que sabe leer. Yo te prometo despachar antrs todos los quehaceres de la casa, y el tiempo Hbre me lo dejas para ir a Conca a 15

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