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2l2 ESTRELLAS EN EL CIELO -No importa, padre. Yo haré lo que vuestra re– verencia me ordene. -Pues si quiere que yo sea su director espiritual prométame lo que sigue : Primero, me ha de obe– decer a mí solo; segundo, no ha de dejar mi direc– ción mientras yo viva; tercero, ha de guardar in– violable secreto de todo cuanto yo la diga; cuarto, no ha de hablar con. ningún otro, que no sea yo, acerca del asunto de su conciencia. -Padre, así lo haré. El que tales votos la exigió fué un fraile austero e imprudente. Dos años largos estuvo sometida la ino– cente baronesa a la voluntad de tan pernicioso direc– tor. En: la cuaresma de 1604 vino a predicar a la ciu– dad de Dijón un santo obispo llamado Francisco de Sales. Juana Francisca, apenas le vió-dice ella mis– ma-,-, le tuvo por santo en su corazón y por todos los medios trató de entrevistarse con él. Todos los días se colocaba enfrente del púlpito y era tal su atención que Francisco de Sales, intrigado por ella, preguntó al Obispo de Bourges : -Señor Obispo : todos los días durante mi sermón veo a una mujer joven de tez morena, vestida de luto, escuchándome con tal interés, que me gustaría saber quién es. -Padre, es mi hermana, la baronesa de Chanta!,

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