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210 ESTRELLAS :EN EL CIELO -Esposo mío, perdona a quien te hirió contra su voluntad. -Le he perdonado, Juana. Y ahora lo que quiero es morir COlllO buen cristiano. -No-dijo ella lloran<;l.o desesperadamente-, no r no morirás... Dios .te cievol.verá la salud; se lo pido con toda mi alma ... -Es inútil, Juana mía. La sentencia del Cielo es justa; hay que amarla y morir. -No, no; morir no, hay que curar. Señor, tomad todo lo que ten.go . en el mundo, pero d.ejadme a mi esposo... Pasaro.n ocho días de. indecible angustia. Juana Francisca. n.o se apartó ni de noche ni de día de la cgbecera de. la cama donde su esposo agonizaba. Dt– ríase que. qqería a toda costa detener el fata.1 d.ese,ilace. Pero todo fué inútil. La muerte exigió su víctima y no hubo más rellled.io que dejarla partir con ella. J u: ;i.na lloró. a su m:;i.ridQ, colllo ella misma escribió años después, «co.n dil1.rvfos de lágrimas incompara– bles». -,--Pero, Jv.ana, no seas así ; sé valiente, no te dejes dominar de esa tristeza que puede acabar contigo. ""'"'"Dejadme llorar y estar sola; es en lo único que encuentro consuelo ... Las paredes del castillo de Chántal eran insuficien– tes para callllar el enorme dolor del corazón de la baronesa. La: vista. de los objetos que habían pertene– ddo a su esposo y los lugares donde tantas veces le había visto repleto de salud, la tort.uraban hasta enlo-

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