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SAN1'A JUANA l"RANCISCA DE CHANTAI. 209 Ambos esposos se besaron. Juana no pudo conte– ner las lágrimas. -Siempre te sucede lo .mismo... Cada vez que salgo ,de casa te cuesta derramar algunas lágrimas. -No puedo remediarlo. Juana Francisca sigúió con los .ojos a su marido hasta que desapareció. El día fué pródigo en sorpresas. Jamás los dos amigos habían tenido tanta suerte en sus cacerías. Emocionados corrían los dos entre breñas y jarales •con esa ansiedad ·incansable del aficionado al noble deporte de la caza. De entre un.os matorrales salió dis– parada una herniosa liebre; ~onó un disparo, el barón •de Chantal corrió a comprobar el éxito de su puntería. Detrás de él corrió también su amigo de~eoso •de ver -con sus propios ojos la herniosa pieza, pero al correr -se le disparó la escopeta e hirió gravemente a su com- pañero. U.rt grito desgarrador y el cuerpo del .barón ·cayó desplomado en el suelo. El herido fué trasladado inmediatamente al hospital, donde se le hicieron las primeras curas y donde los médicos pronosticaron el triste desenlace. Cuando Juana Francisca se enteró de la. horrible •tragedia rompió a llorar como una loca... Los pri– meros momentos fueron <le una angustia indescripti~ ·ble, hasta que, un poco repuesta, reaccionó como lo pedía su profunda educación cristiana. l4
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