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SANTA ÁGUEl)A 19 ningún hombre entre a dividir con Vos su imperio. Es– posa vuestra soy, libradme de este tirano. Oveja vues– tra soy; defendedme de este lobo. Ea, Señor, conceded– me ia gracia de ,que sea santificada como víctima que está consagrada a Vos desde que la razón y la libertad me permitieron la dicha de haceros este obsequio. La hora del sacrificio se acerca; franquéense, Señor, vues– tros oídos a la piedad ardiente de mis aniorosos votos.» ( P. C1'0iset.) Terminada la oració~, Agueda se presentó ante los estupefactos ministriles y, con una entereza impropia de su sexo y de su edad, les dijo muy tranquila : -Cuando queráis podemos ir a ver al gobernador. * * * Sobre un trono de púrpura y de oro estaba Quintia– no esperando impaciente la llegada de la joven cris– tiana. Apenas sus ojos se encontraron con los de Ague– da, el fuego de la pasión más violenta se apoderó de él. ¡ Nunca pudo pensar que la joven de que tanto le habían hablado fuera tan hermosa ! La recibió con la más extre– mada dulzura y trató, desde el primer momento, de ganarla para sí por todos los medios posibles. Agueda, por el contrario, no levantaba los ojos del suelo. En la sala se 1 hizo un silencio impresionante. Iba a comenzar el diálogo entre la virgen cristiana y el go– bernador; entre la mansa oveja y el lobo carnicero. -¿ Cuál es tu condición ?-preguntó Quintiano.

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