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ESTRRLLAS EN BI. CIRLO corrió en los campos de batalla, y la santa reina regó su prisión con abundantes lágrimas... Un día consiguió salir sin ser notada y repitió la misma escena de dos años atrás. Esta vez su apari– ción en el campo de batalla fué coronada con una paz definitiva. El rey y su hijo firmaron las paces. El príncipe entró en palacio, los hijos bastardos fueron expulsados del país y la reina volvió a ser feliz con su esposo... Don Dionís ya no era el mismo. Fracasado en sus ansias de grandeza; humillado en la batalla, presa de una extraña enfermedad, se resignó a vivir en palacio, dominado por una perniciosa tristeza. Isabel, que ha– bía perdonado· y disculpado en todo momento a su esposo, <lió una vez más pruebas de su gran virtud. Ella misma atendía a su marido en todo cuanto nece– sitaba; pasaba los días y las horas junto a él; le hacía las comidas y le atendía en todas sus necesidades como la más humilde criada. El día 7 de enero del afio 1325 murió el rey. Isabel le lloró como una amante y fiel esposa y la muerte de su marido fué para ella el principio de una nueva vida. Junto al cadáver de su marido se 'cortó los ca– bellos y se vistió con el burdo sayal de la tercera Or– den de San Francisco ... Joyas, alhajas, ceremonias cortesanas... todo para ella terminó con la muerte del rey. Acompañó al cadáver hasta Odivellas, en donde fué sepultado según disposición testamentaria del mis-
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