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SANTA ISA1:ll!,L DE PORTUGAi. 201 mamen.to sublime de la Consagración y entré. Apenas terminó aquella misa salió otra que también oí com– pleta y después una tercera que .tanibién oí hasta el fin ; ésta es la razón de haberme retrasado tanto en cumplir con vuestro ,mandato ... El rey comprendió lo sucedido y, desde aquel día, no volvió a dar crédito a las denuncias contra la r.eina. Pero el vicio le tenía dominado de tal manera que cada día vivía .más desastrosamente, por lo cual el príncipe su hijo, apoyado por gran parte de la no– bleza, volvió a reanudar las hostilidades contra su pa– dre, después de dos años de relativa paz. Nueva ocasión para que el corazón de Isabel se estremeciese jr tratase de aplacar la ira de su hijo por todos los medios a, su alcance. Durante el sueño oyó una noche a su marido que decía claramente : «Mis soldados le cogerán mañana desprevenido, le encerra,,. rá:n en una torre y allí pagará sus rebeldíasn ... · Isabel, que amaba a su esposo y sabía tolerar sus devaneos, no amaba menos a su hijo, y por evitar otra vez una lucha sangrienta entre los dos mandó al príncipe un correo para que se pusiese a salvo de las iras de su padre. En mala hora tuvo este rasgo de madre cariñosa. Los seguidores del rey la denuncia– ra.ti como defensora de los revolucionarios y como a tal se la expulsó de palacio, se la despojó de todos sus bienes y se la encerró en la fortaleza de Alemquer. En esta prisión, Isabel, más esposa y madre que nun– ca, siguió orando y sacrificándose por la paz .de su pueblo. La guerra estalló entre padre e hijo; la sangre

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