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SANTA ISABEL DB PORTUGAL 195. -Sí-contestó el rey, dibujando en sus labios una sonrisa artificiosa-. Ya eres una mujercita y de todas las cortes de Europa llegan emisarios reales solicitan– do tu mano. Para darte esta grata noticia te he hecho venir... Padre e hija se miraron mutuamente y en silencio. El rey, tratando de leer en los ojos de su hija ta con– testación ansiada ; la princesa, extrañada de que su padre le propusiese semejante cuestión. -Si es necesario que yo me case obedeceré... -Mira, hija mía-prosiguió el rey un poco más tranquilo-. Las guerras son una manera de aumen– tar los límites de un reino : el énemigo vencido no tie– ne más remedio que someterse en todo al vencedor; pero hay otros medios m:ás fáciles y menos crueles: las alianzas y los parentescos. El rey de Portugal tiene sólo diez años más que tú ; es elegante, poeta y ena– morado de su pueblo. Creo que es el que mejor te co.riviene para ti. ¿ Qué dices tú a esto? -Padre mío, si es ésta vuestra voluntad a mí no me queda más remedio que obedecer. Y se echó a llorar. No tardó don Pedro III el Grande en rri.andar emi..: sarios a todas las cortes de Europa con la gran noti– cia. En algunas canci11erfas se acogió con verdadera alegría, en otras con prevención. Comenzaron los pre– parativos para la boda y, el día señalado, llegó a Za– ragoza un elegante cortejo para acompañar a la joven
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