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SÁNT.', ROSA DB LIMA 183 El Señor oyó la súplica de su tierna esposa, y des.:. de aquel día Rosa permaneció más hermosa que nun.:. ca, a pesar de sus continuas mortificaciones. Entre tanto, María de la Oliva seguía fomentando el trato con las familias más pudientes de la ciudad. Las visitas se repetían con creciente frecuencia y Rosa te– nía que saludarlas y, algunas veces, entretenerlas ejer– citando sus habilidades de tocadora de arpa y de vi– huela. Así siguieron .muchos días. Rosa se decidió a dar la batalla final, pero no se atrevió a hacerlo sola. Tenía. un magnífico rosario de plata y coral y se fué con él a los pies de la Santísima Virgen : -Madre mía-dijo-, os ofrezco e$te rosario a con– dición de que me ayudéis en mi delicada empresa. La Virgen no desoyó tan sencilla y fervorosa ple"" garia. Al día siguiente, muy de mañana, Rosa se pre– sentó ante su madre, llevando en sus rn:anos las tren– zas de sus hermosos cabellos. -¿ Pero qué es eso, hija desnaturalizada ?-gritó María de la Oliva como loca. · -Madre, perdóneme. Pero yo no puedo obedecerla en lo que quiere de mí, pues mi corazón: pertenece liace mucho tiempo a mi divino Esposo Jesús. La madre la miró fijamente y calló. A fuer de bue– na cristiana, no quería ir en contra de la volurttad de Dios. Esta ideá de consagrar a Jesús con voto su virgi-
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