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SANTA ROSA DE, LIMA 181 -No sé si sabrás, Rosa, que ese joven que tanto nos visita desea ser tu esposo. Rosa se rubodzó de tal manera, que su madre no pudo menos de suavizar inmeditamente la frase. -No es que quiera yo casarte tan pronto, rió; pero debes comenzar a salir, como lo hacen las jóvenes de tu edad; a vivir un poco con la gente, que para retiro ya es bastante el que has hecho hasta ahora. Ya tienes edad para pensar en algo más serio que tocar el arpa y hacer versos ... Rosa guardó silencio, porque no creyó llegada la hora de descubrir a su madre el voto de virginidad que tenía hecho al Señor; pero desde aquel día se preparó para defenderse de los lazos quq iba a tenderle su mis– ma madre. -Hoy tenemos que salir a dar un paseo, Rosa ... -Pero, madre, si tengo el pie malo. U na piedra me ha caído encima de él y no puedo andar ... Y era cierto que el pie lo tenía magullado. Ella mis– ma, a fin de no ir a las reuniones a que su madre la que– ría llevar, se lo había machacado materialmente. A los pocos días la madre volvió a la carga. -Rosa, hoy tíenes que venir conmigo ... lo del pie ya lo tienes curado ... Y Rosa apareció con los ojos rojos y en carne viva. -¿ Pero qué es lo que te pasa en los ojos que los tienes tan irritados? -Nada, madre; me pican fuertemente ...

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