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E N toda la ciudad de Lima .se hablaba de la he.rmo– sura de la pobre hija de españoles que, vestida humildemente, atravesaba todos los días la calle prin– cipal. Los jóvenes se quedaban contemplándola emb~– lesados y, cuando Rosa, que así se llamaba la joven, aún no se había mirado con curiosidad en un mal espe- , jo, ya María de la Oliva, su madre, se las prometía muy felices con una hija tan extraordinarian;iente bella. -¿ Qué piensas tú de nue.stra hija ?-preguntó un día María de la Oliva a su marido Flores. -Lo que todos piensan : ·que es muy hermosa y discreta.... -Si no dices más.... Eso ya se ve con sólo .abrir los ojos.. ,. Pero quiero decirte si no has oído algo más por ahí... Vamos, algo que pueda ilusionar a la niña. y .a nosotros salir de esta pobreza en que viwim.os ... -¿ Que si se habla de ella?.... -Claro... Porque yo creo que el Señor, que nos ha

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