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116 ESTRELLAS EN EL CIELO Cuando el sacerdote desapareció, Imelda rompió a llorar en alta voz. U na de las religiosas que oyó desde su celda el llan– to salió a ver qué sucedía y se encontró con la ange– lical niña, la cual al ver a la religiosa aumentó más su Han to. -No llores, hija mía; ya crecerás un poco más y entonces el señor capellán te concederá la gracia que le pides. Ten paciencia y procura recibir al Señor espi– ritualme.nte, y ya llegará e, día en que puedas recibirle sacramentalmente ci, m corazón. Y ahora vete a tus quehaceres y no turbes el silencio del convento, pues las religiosas están en estos momentos o entregadas a sus trabajos o en oración. Un beso tierno <le la religiosa dejó a Imelda tran– quilizada. La religiosa volvió a entrar en su celda y Li niña corrió a sus ocupaciones de cada día. U na de las cosas que más torturaban el corazón de la angelical educanda era el momento solemne de la co– mimión de las religiosas. Sin que nadie la viese se ace~– caba lo más que podía al comulgatorio y allí se derre– tía c-1, ansias de recibir a su Divino Jesús. Apenas era de día ya estaba ella levantada, y cuando no la permi– tían ir al coro se iba al pie del Sagrario y allí le pedía al. Divino Cautivo que acelerase cuanto antes el día de su Primera Comunión.

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