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ESTREl,LAS EM EL CIELO n'ii discurso. El primero es acerca de la existencia de vuestros dioses que el filósofo acaba de asentar como ,cierta, y yo digo que es pura fábula. He aquí mi de– mostración. Dios, según el pobre juicio de la razón humana, debe ser necesario, es decir, no debe nece:– sitar de nadie para existir. Debe ser,. además, omni.;. potente, infinito, inmenso, inmutable, sapientísimo, bondadosísimo, justísimo; en una palabra : en Dios no debe existir nada que indique imperfección. nAhora bien, vuestros dioses, según testimonio de los autores aducidos por el filósofo que acaba de ha– blar, carecen de todas estas cualidades. No son eter– nos, pues han nacido unos de otros, exactamente lo mismo que sucede entre los hombres. No son santísi– mos, pues según las historias por vosotros admitidas, ·-entre ellos existen toda clase de crímenes, adulterios, raptos, venganzas, hurtos... ¿ Y a éstos decís vosotros que hay que adorar? ¿ A éstos ofrecer sacrificios? Vosotros juzgad de ello... » El Emperador, completamente contrariado, miraba a los cincuenta filósofos que no levantaban los ojos -0el suelo. -El segundo argumento-continuó Catalina~es que repugna la existencia de varios dioses, y por tanto hay que admitir uno sólo verdadero, y esta verdad al– gunos de vuestros autores la defendieron, y en algu– ,nos de sus libros hablan de un solo Dios personal. »La pluralidad de dioses es absurda. Los dioses que vosotros admitís o son iguales en perfecciones o -son desiguales. Si son desiguales, el menos perfecto

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